Nacido en la capital danesa, de orígenes islandeses, estudió en al Academia de Arte de Berlín, donde está afincado, Olafur Eliasson es un creador capaza de crear auténticos microcosmos en sus instalaciones, en las que la luz y otros elementos relacionados con la naturaleza son elementos definitorios de un trabajo multidisciplinar que tiene mucho de arquitectónico, como demuestra el hecho de que de los 40 empleados que tiene en su estudio, 12 tienen vinculación con la arquitectura.
La percepción que tenemos las personas de los fenómenos naturales, y las relaciones que establecemos con ellos, son estadios relevantes en el aspecto reflexivo que da contenido al trabajo de Eliasson. Así, la luz, la niebla, el viento o el hielo se convierten en elementos artísticos de la mano de este artista, en una combinación de lo tecnológico y lo natural que va más allá de un mero interés ecológico que también tiene.
Una combinación que se refiere a una responsabilidad crítica, en un trabajo que está estrechamente vinculado a la realidad en la que está inmerso el propio artista, una sociedad de consumo en la que el producto nuevo viene a sustituir al precedente como si éste no hubiera existido nunca. Implicación crítica que no tiene nada que ver con ningún posicionamiento político, aunque sí coloca a los espectadores ante el reconocimiento de su pertenencia a una comunidad que tiene que ser social y ambientalmente sostenible.
Uno de sus últimos trabajos ha sido una instalación de gran tamaño para la Sala de Turbinas de la Tate Modern, un espacio de enormes magnitudes en el que el público se enfrenta a una representación del cielo y del sol, además de un gran espejo que refleja en el techo lo que está ocurriendo en el suelo. Ante esa tesitura, los espectadores reaccionan de maneras diversas, ya que unos optan por tumbarse y tomar el sol, otros miran fijamente a esa fuente de luz, entre un sin fin más de actitudes que hacen que obra y espectador dialoguen.
Hace unos días se han inaugurado en Nueva York cuatro grandes cascadas de agua que trasladan a la capital norteamericana, concretamente al East River, la experiencia de las cataratas del Niágara, situadas al norte del estado, gracias a una monumental obra de ingeniería que estará visible hasta el próximo mes de octubre. En Berlín, instaló varios trozos de hielo de 15.000 años de antigüedad, que mostraban trazas de haber entrado en contacto con materiales de origen volcánico, que se fueron derritiendo poco a poco, o derramó grandes cantidades de líquido verde en los ríos que cruzan algunas de las principales capitales europeas.
Eliasson plantea al espectador una relación con la naturaleza que algunos autores han vinculado con el romanticismo nórdico, que tiene un importante componente melancólico, y el propio autor reconoce la influencia que el paisaje de Islandia o Dinamarca ha tenido en su obra. La percepción que tenemos los seres humanos de todo lo que nos rodea, tiene mucho de construcción cultural y, por lo tanto, se va modificando con el paso del tiempo, y es en ese cambio de percepción es donde se sitúa el trasfondo de su obra.
Complejas estructuras de base geométrica, situadas en un medio natural no siempre favorable para el desarrollo de la vida, parecen estar ahí precisamente para proteger y preservar ese entorno natural, en el que vivimos y desarrollamos nuestra actividad y con el que planteamos relaciones que no siempre son de respeto y convivencia.
La percepción que tenemos las personas de los fenómenos naturales, y las relaciones que establecemos con ellos, son estadios relevantes en el aspecto reflexivo que da contenido al trabajo de Eliasson. Así, la luz, la niebla, el viento o el hielo se convierten en elementos artísticos de la mano de este artista, en una combinación de lo tecnológico y lo natural que va más allá de un mero interés ecológico que también tiene.
Una combinación que se refiere a una responsabilidad crítica, en un trabajo que está estrechamente vinculado a la realidad en la que está inmerso el propio artista, una sociedad de consumo en la que el producto nuevo viene a sustituir al precedente como si éste no hubiera existido nunca. Implicación crítica que no tiene nada que ver con ningún posicionamiento político, aunque sí coloca a los espectadores ante el reconocimiento de su pertenencia a una comunidad que tiene que ser social y ambientalmente sostenible.
Uno de sus últimos trabajos ha sido una instalación de gran tamaño para la Sala de Turbinas de la Tate Modern, un espacio de enormes magnitudes en el que el público se enfrenta a una representación del cielo y del sol, además de un gran espejo que refleja en el techo lo que está ocurriendo en el suelo. Ante esa tesitura, los espectadores reaccionan de maneras diversas, ya que unos optan por tumbarse y tomar el sol, otros miran fijamente a esa fuente de luz, entre un sin fin más de actitudes que hacen que obra y espectador dialoguen.
Hace unos días se han inaugurado en Nueva York cuatro grandes cascadas de agua que trasladan a la capital norteamericana, concretamente al East River, la experiencia de las cataratas del Niágara, situadas al norte del estado, gracias a una monumental obra de ingeniería que estará visible hasta el próximo mes de octubre. En Berlín, instaló varios trozos de hielo de 15.000 años de antigüedad, que mostraban trazas de haber entrado en contacto con materiales de origen volcánico, que se fueron derritiendo poco a poco, o derramó grandes cantidades de líquido verde en los ríos que cruzan algunas de las principales capitales europeas.
Eliasson plantea al espectador una relación con la naturaleza que algunos autores han vinculado con el romanticismo nórdico, que tiene un importante componente melancólico, y el propio autor reconoce la influencia que el paisaje de Islandia o Dinamarca ha tenido en su obra. La percepción que tenemos los seres humanos de todo lo que nos rodea, tiene mucho de construcción cultural y, por lo tanto, se va modificando con el paso del tiempo, y es en ese cambio de percepción es donde se sitúa el trasfondo de su obra.
Complejas estructuras de base geométrica, situadas en un medio natural no siempre favorable para el desarrollo de la vida, parecen estar ahí precisamente para proteger y preservar ese entorno natural, en el que vivimos y desarrollamos nuestra actividad y con el que planteamos relaciones que no siempre son de respeto y convivencia.
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